martes, 19 de noviembre de 2013

Gangster Squad (2013)

Stone y Gosling, la pareja perfecta en cualquier época

Sorpresiva y masivamente desaprobada, Gangster Squad es una muy recomendable cinta que homenajea al film noir y, en particular, al género encumbrado por casa --Warner-- a través de títulos tan emblemáticos como The Public Enemy (1931) y Little Caesar (del mismo año). Más bien, no obstante, la recta perspectiva moral de su trama enlaza a Josh Brolin y compañía con el Jimmy Cagney de G Men (1935) (para variar, un esfuerzo por trasladar el romanticismo y la heroicidad de los criminales a quienes, al menos en teoría, los poseen). Otras influencias estilísticas y conceptuales provienen de fuentes a un tiempo disímiles y familiares como el Dick Tracy (1990) de Warren Beatty y la obra policial de Brian de Palma: Scarface (1983), The Untouchables (1987), The Black Dahlia (2006). Así, pues, propuesta retro sumamente atractiva y eventualmente satisfactoria, Gangster Squad ha sido atacada indistinta e injustamente desde el público y la crítica por ser demasiado violenta y desperdiciar el talento de su notable reparto; lo cierto es que la implacable acción balística en esta película tiene todo el control emocional sobre el espectador adecuado que lamentablemente se descuidó en la menos prolija sucesión explosiva de la fantástica Man of Steel (de este año). Por otra parte, los realizadores no aspiran a rehacer The Godfather ni mucho menos, y el género gangsteril no puede ser evocado en esta admirativa, filial manera si no se miman con suficiencia sus esenciales clichés, y el resultado es una labor cuya imperfección (previsibilidad, superficialidad) se extravía en una idealmente cumplida remembranza que envuelve a todos los involucrados: entre otros, Dion Beebe y Caleb Deschanel en la pictórica fotografía, Steve Jablonsky en la partitura a la Morricone, y un elenco de estrellas: Brolin es tan duro como humano, Ryan Gosling carismático y encantador, Sean Penn siniestro y creíble, y la bella Emma Stone oportuna en un rol que condensa las despreciadas virtudes de esta épica nostálgica que ningún aficionado que se precie dejará de visionar.

domingo, 10 de noviembre de 2013

¿Quién puede matar a un niño? (1976)


Su carácter de ensayo fantaterrorífico anclado en una realidad tan histórica como inmediata no lo convierte necesariamente en una propuesta superior a La residencia, pero el segundo y definitivo trabajo en celuloide de Narciso Ibáñez Serrador sigue siendo una pieza congruentemente espeluznante y moralmente provocadora. De unos iniciales minutos documentales, que establecen la protesta indignada frente a la situación de los niños del mundo, pasamos a la premisa ficticia, genuina prolongación y legítimo trastrocamiento de una historia (la de Auschwitz, la de Corea, la de Africa) tan dolorosa en su horror que ninguna fábula podría angustiarnos más: un matrimonio inglés en viaje de turismo se interna en el misterio de una isla española desierta de adultos y repleta, superpoblada de los fantasmas de una infancia desalmada. La influencia de The Birds (1963) y Jaws (1975) --y quizá especialmente de Village of the Damned (1960)-- configura un microuniverso hábilmente diseñado y expertamente fotografiado, en el que la bellísima labor de Waldo de los Ríos subraya dialógicamente el impacto de nuestra imaginación.